lunes, 3 de noviembre de 2014

Ciudad en Llamas


A la alienación, al aislamiento, a la soledad... la vamos a matar con verso-coro-verso, una canción a la vez. Para eso construimos esta escena todos los días. Para conectarnos.

El problema con la escena local es que es pequeña. No se puede decir absolutamente nada negativo públicamente sin una avalancha de reacciones defensivas y victimizaciones.

El problema con la escena pequeña es que no tiene campo para crítica. El problema con la escena pequeña es que hay tanto sacrificio necesario para sacar adelante LO QUE SEA, que se siente desgarrante cualquier sonido que no sea un aplauso.

El problema con la escena sacrificada es que todo el mundo es un mártir. Todo el mundo es perfecto. Todo el mundo es intocable. Estamos rodeados de los perfectos. Nada es perfectible.

El problema con la escena perfecta es que no mejora. No cambia. No crece. La escena perfecta es una foto y es incuestionable. La escena no admite duda ni desviación. La escena es infalible, es dogmática, es fanática.

El problema con la escena fanática es la inevitable aparición de mentirosos megalómanos con complejos mesiánicos. Ustedes saben quienes son. Pasan hablando de cuánto les debe la escena y de cómo su trabajo es fundamental para esta industria (que no es industria), sin embargo solo conocen tres o cuatro bandas de sus amigos. Cuando una banda desconocida toca, se salen a la acera a hablarle a la misma gente de siempre. Y eso es cuando van a chivos, porque estos Mesías no van a conciertos, solo HABLAN de hacerlo. Uno los reconoce porque, cuando visitan, pasan todo el concierto conversando mientras la banda toca. Van a ser vistos, son turistas.

Lamentablemente abundan quienes no quieren asumir la responsabilidad de su destino, no entienden el valor de la auto-gestión, de la iniciativa y la independencia y se agarran fuerte de estos salvadores de poca monta, alimentando el círculo vicioso de la impotencia y el abuso. Artistas con parálisis, creyendo el cuento de que no tienen poder, regalando su independencia, su dignidad.

Ese es el secreto de quienes quieren hacerle creer a las bandas jóvenes que tienen autoridad o poder solo por manejar un medio o por administrar recursos ajenos. Los hacen sentir como si sus verdades son incuestionables. Que son infalibles. Intachables. Los hacen creer que son la persona más importante en la cadena alimenticia y eso no es cierto.

Artistas: no bajen la cabeza. No endosen su futuro. No le crean a nadie. No respeten nada. Hablen con todo el mundo y nunca tengan miedo. CUESTIONEN TODO.

La persona más importante en esta industria (que no existe) es la que saca su plata para pagar una entrada y saca su tiempo para escuchar lo desconocido.

La persona más importante en esta escena es la que llega a los conciertos y hace sentir al comerciante que seguir invirtiendo en estos espacios es un buen negocio.

La persona más importante para el arte de nuestra ciudad es la que aprovecha los puentes tendidos por artistas y siente cercanía absoluta e intimidad desmedida dentro de un cuarto repleto de gente extraña, todos sintonizados a lo mismo. Compartiendo. Menos solos que nunca.