lunes, 3 de noviembre de 2014
Ciudad en Llamas
A la alienación, al aislamiento, a la soledad... la vamos a matar con verso-coro-verso, una canción a la vez. Para eso construimos esta escena todos los días. Para conectarnos.
El problema con la escena local es que es pequeña. No se puede decir absolutamente nada negativo públicamente sin una avalancha de reacciones defensivas y victimizaciones.
El problema con la escena pequeña es que no tiene campo para crítica. El problema con la escena pequeña es que hay tanto sacrificio necesario para sacar adelante LO QUE SEA, que se siente desgarrante cualquier sonido que no sea un aplauso.
El problema con la escena sacrificada es que todo el mundo es un mártir. Todo el mundo es perfecto. Todo el mundo es intocable. Estamos rodeados de los perfectos. Nada es perfectible.
El problema con la escena perfecta es que no mejora. No cambia. No crece. La escena perfecta es una foto y es incuestionable. La escena no admite duda ni desviación. La escena es infalible, es dogmática, es fanática.
El problema con la escena fanática es la inevitable aparición de mentirosos megalómanos con complejos mesiánicos. Ustedes saben quienes son. Pasan hablando de cuánto les debe la escena y de cómo su trabajo es fundamental para esta industria (que no es industria), sin embargo solo conocen tres o cuatro bandas de sus amigos. Cuando una banda desconocida toca, se salen a la acera a hablarle a la misma gente de siempre. Y eso es cuando van a chivos, porque estos Mesías no van a conciertos, solo HABLAN de hacerlo. Uno los reconoce porque, cuando visitan, pasan todo el concierto conversando mientras la banda toca. Van a ser vistos, son turistas.
Lamentablemente abundan quienes no quieren asumir la responsabilidad de su destino, no entienden el valor de la auto-gestión, de la iniciativa y la independencia y se agarran fuerte de estos salvadores de poca monta, alimentando el círculo vicioso de la impotencia y el abuso. Artistas con parálisis, creyendo el cuento de que no tienen poder, regalando su independencia, su dignidad.
Ese es el secreto de quienes quieren hacerle creer a las bandas jóvenes que tienen autoridad o poder solo por manejar un medio o por administrar recursos ajenos. Los hacen sentir como si sus verdades son incuestionables. Que son infalibles. Intachables. Los hacen creer que son la persona más importante en la cadena alimenticia y eso no es cierto.
Artistas: no bajen la cabeza. No endosen su futuro. No le crean a nadie. No respeten nada. Hablen con todo el mundo y nunca tengan miedo. CUESTIONEN TODO.
La persona más importante en esta industria (que no existe) es la que saca su plata para pagar una entrada y saca su tiempo para escuchar lo desconocido.
La persona más importante en esta escena es la que llega a los conciertos y hace sentir al comerciante que seguir invirtiendo en estos espacios es un buen negocio.
La persona más importante para el arte de nuestra ciudad es la que aprovecha los puentes tendidos por artistas y siente cercanía absoluta e intimidad desmedida dentro de un cuarto repleto de gente extraña, todos sintonizados a lo mismo. Compartiendo. Menos solos que nunca.
viernes, 24 de octubre de 2014
Taquicardia en Montañas Más Altas Que Yo
22 DE OCTUBRE 2013. Turrúcares de Alajuela. Una tarde soleada, los Waldners suben a la tarima frente a la Iglesia. El público en la plaza es diverso, desde adolescentes hasta adultos mayores. Hoy sucede algo inesperado. Poco a poco se van a acercando un grupo de niñas impulsadas por una mezcla de curiosidad y total abandono a la melodía.
Bailando frente a la tarima entienden lo que nadie más: esto apela a la unidad de la manada. Se toman de las manos y hacen una ronda girando más y más rápido, siguiendo el ritmo acelerado hasta acabar todas tendidas, muertas de risa con el sol en la cara y esa mezcla insuperable de zacate y viento en el cabello.
Los Waldners, una familia construida alrededor de vulnerabilidades -las mismas que celebran en sus canciones- son como una jauría callejera. Un imán para causas perdidas y para huérfanos sin escena dentro la intensa movida capitalina.
Transparentes, creen en un ejercicio constante de desnudez en los espacios creativos. No hay nada fuera de tono para la banda excepto las poses. Se impulsan a ser ellos mismos. Sin mandamientos estéticos, ni homogeneidad de apariencias o preferencias musicales. Su eclecticismo es casi alarmante y sin ironías.
Su sonido es únicamente suyo. El debut "Eclipse Total del Corazón" es una avalancha pop de letras cortantes y melodías adictivas. Grabado durante el 2013 en las montañas alajuelenses, el disco ve la luz en un concierto gratuito en un bar josefino en el Día de San Valentín del siguiente año, con cerveza a precios populares. No lo harían de otra forma.
Reacciones positivas de blogs de España, México, Colombia, Chile, Costa Rica y Argentina llegan de inmediato y el 2014 es el Año de los Waldners. La banda está incrédula y halagada, pero si preguntan cuál es su momento más feliz, basta volver la mirada hacia Turrúcares.
Publicado en su versión original bajo el título “Los Waldners” en la primera edición de la revista Fauna Kingdom, del 9 de Mayo del 2014. El primer intento de escribir este artículo se convirtió en el texto “El Sonado Nacimiento, Prematura Muerte y Gloriosa Resurrección de Los Waldners” que no fue utilizado por Fauna Kingdom por ser demasiado largo. En vez de editarlo, lo publiqué en PerraPop el 7 de Marzo y decidí escribir algo nuevo. A pesar de ser un texto independiente, está escrito con el mismo estilo, funcionando como una especie de epílogo.
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jueves, 23 de octubre de 2014
Rebelde/Soñador
Mi papá tenía torres de 45s apilados en un cuarto al fondo de la casa, todos en sobres de papel con una foto icónica de un muchacho guapísimo en jeans y camiseta como portada. El de la foto era Oscar Domingo, cantante primerizo. El compositor -mi padre- se llamaba Javier León. No sé cómo convenció a este campeón mundial juvenil de karate -1974 y 1975- de grabar sus canciones pero lo hizo, cambiándole la vida para siempre.
Publicista de profesión y totalmente fuera de su elemento, mi padre consiguió una plata para financiar la grabación y poner las canciones en cinta. Paco Navarrete, en el apogeo de su carrera, grababa un disco en ese mismo estudio y descansaba entre sesiones, dejando sus instrumentos disponibles. Mi papá nunca soñó conseguir tantas herramientas para tan modesta empresa, pero aprovechó la oportunidad y la generosidad de Paco, y logró darle el sonido que tenía en su cabeza. Claramente endeudado a Serrat y Víctor Manuel, nació el single Rebelde y Soñador y el lado B, Pantalones Jeans.
Mi papá, un ex-alumno de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica, asumió el diseño de los artes de este tiraje independiente. En lo gráfico tenía experiencia previa haciendo portadas para La Banda, a quien además les diseñó sus dos logos. En lo musical, tocó en bandas de rocanrol durante su adolescencia, debutando como baterista con los Los TNT Dinamita Boys para luego retirarse a una edad muy temprana. No tenía experiencia alguna como ejecutivo, como distribuidor ni como productor. Nada de esto decía “profesional del pop” y a pesar de eso el publicista y el karateka lanzaron un sencillo con éxito notable. En ese mundo de infinitas posibilidades nací yo.
Aparte de su faceta como compositor, productor y portadista de pop, me marcó su relación con la gente de Gaviota. De pequeño visité la casa de la familia Guzmán, que quedaba en un lugar lejos del centro de Guadalupe -donde vivíamos- que no era Heredia -donde vivía mi familia materna-, superando mi imaginación infantil y cualquier punto de referencia. Cuando nos pasamos a vivir a Panamá, los Guzmán pasaban a visitarnos cuando estaban de gira. Me acuerdo de su afecto por Llamarada, la satírica banda de Gorgojo, que apenas irrumpía en la escena nacional y pasar toda una noche con ellos riéndonos de los chistes inapropiados del show. En algún momento de esta infancia poco tradicional me convencí de que la gente podía hacer música como parte de su vida adulta. Esto marcó todo lo que siguió después, arruinando cualquier oportunidad de tener una vida normal.
En 1988 tuve el disco debut de Café con Leche en mis manos, un acetato con una carátula casi monocromática que había anticipado una eternidad. Dos años antes cuando volvimos a Costa Rica, uno de mis primeros amigos del barrio no paraba de hablar de esta banda de rock costarricense que era innovadoramente insolente. Me contó que tocaban una versión rockera de Los Pollitos y que tenían esta otra canción sobre una modelo que duraba unos quince minutos. Los vi por primera vez en un festival de música que hicieron frente a la Corte, invitado por mi tío que trabajaba en el OIJ. En un instante la leyenda urbana se convirtió en realidad. Estaba en quinto grado, en la escuela. Existieron dos décadas de rock tico antes de ese momento, pero ese fue mi momento definitivo.
Poco después desfilaron por la radio varias bandas: Modelo Para Armar, Inconsciente Colectivo, La Clase, Arena, 50 Al Norte... convirtiéndose todas en parte de mi imaginario adolescente. Esta creatividad se vió frenada en seco en 1991 por un mar de bandas de covers encabezadas por Liverpool y las Tortugas, que durante un par de años ocuparon todos los espacios disponibles. Eran tan populares que les pagaban para abrir conciertos internacionales, encarnando el colmo de la aspiracionalidad costarricense, donde disimular las raíces es aplaudido y festejado.
Para 1993 una nueva generación -unos años mayor que la mía- consiguió guitarras. Se metieron a tocar metal, punk, grunge... tomaron bares en el centro de Chepe y parieron una revolución bebé. Se vino el gran relevo. Tocaron sólo covers al principio, siguiendo el modelo establecido por las bandas populares, hasta el momento épico en que Hormigas en la Pared se reinventó como una máquina de música original y trazó la ruta a seguir.
Mr. Magoo. Niño Problema. Los Garbanzos. Madre Santa. Los Malos. Orson. Flores Muertas. DBG. Amplexus. La movida de Cus, de la Rana, la generación de Nikos... una avalancha de música original. Luego Gandhi, Bruno Porter, Índigo, La Nueva P, Diente Guapo, Perro Pavlov, El Parque... era insólito ser parte de esto, no había un punto de referencia ni comparación con otras generaciones. Mientras tanto en el punk de los barrios del sur -invisibles para el discurso alternativo- estaban Kuraj, El Bosque, Teatromocracia... el metal, en cambio, era MUY visible y bandas como Mantra y Mandrágora reinaban sin rival sobre un mar de bandas, hasta que nació Colémesis en un debut que incendió la cultura metalera. Luego llegaron otras bandas al under: Queso, Papín y Yo. Solocarne. E-Simple. Seka. Mod-Ska. Calle Dolores. Umbral.
Mi adolescencia transcurrió en uno de los momentos más ricos y diversos del rock costarricense. Fue revolucionario y sembró las semillas resilientes que nos dieron la escena vibrante e independiente que tenemos ahora. Lo malo es que todo me parecía muy normal gracias a lo vivido en mi infancia. Lo dí por sentado, lo subestimé sin entender las implicaciones del momento ni su trascendencia, pero los años de sequía -la escasa innovación entre 1999 al 2004- me ayudaron a comprenderlo. Lo sucedido en Costa Rica entre 1993 y 1998 no fue para nada normal.
Durante ese período de creatividad y actividad febril tuve mi primera experiencia importante como algo más que un fan: fui parte del equipo de trabajo de Bruno Porter entre 1997 y 1999. Las labores incluían diseñar afiches y pegarlos en cada uno de los postes entre Plaza del Sol y el Cine Capri, hacer escenografías, cargar equipo, buscar patrocinios, cobrar entradas y premiarnos comiendo una empanada arreglada en Tico Burguesas después de un concierto. Después de ese capítulo estuve dormido unos años y en el 2002 regresé a la escena a trabajar como manager con ESimple, experiencia gratificante e enriquecedora. Trabajé con otras bandas por períodos cortos -Nada, Exnobia, Movement in Codes- pero nada tan extendido ni tan personal como mi experiencia con ellos. Después del 2008 mis años de manager quedaron archivados, pero mi lugar en el mundo estaba claro. A través de ESimple re-encontré mi casa, el lugar donde pertenezco. Gracias a esto estuve a tiempo para el nacimiento de la camada de Sí San José, que giró alrededor del Lobo Estepario entre el 2010 y el 2011, con bandas como Zópilot, Las Robertas, Niño Koi, The Great Wilderness.
Ahora colaboro ocasionalmente con bandas de amigos cercanos, pero no es trabajo, es como ser el único médico o abogado en una familia: uno se convierte en un asesor de un tema muy específico. Voy a muchos conciertos -tal vez más que antes- a pesar de no estar trabajando en el medio musical. Disfruto estar en primera fila y ver de cerca la química y el funcionamiento interno de una banda exitosa o de una banda novel. Conocer sonidos nuevos. Descubrir grupos que suenan mal por falta de ensayo pero que tienen ideas brillantes y solo ocupan no aflojar y listo. No aflojar. En tantos años expuesto a la música nacional, nunca había sido testigo de un momento creativo tan maravilloso como el actual. Nunca vi tanta gente vivir sus vidas con normalidad con la música como eje central. El malentendido de mi infancia hecho realidad.
Estamos viviendo una era dorada, de artistas talentosos con sonidos únicos, que no suenan como "la versión tica de..." si no que suenan a ellos mismos, pioneros, navegando lo nuevo. Hay muchas bandas costarricenses que tocan fuera del país regularmente, con públicos en el extranjero que sueñan con el momento de poder verlos en vivo, y medios internacionales que los tratan con respeto y admiración.
El mejor consejo que le puedo dar a quienes aman el arte y la música fresca es que se involucren, que se metan de lleno, que se den la vuelta por los bares, los teatros y los parques y se dejen maravillar. Luego, en unos años, podrán contar que estuvieron ahí cuando rompió la ola.
Publicado en su versión original bajo el título "Rebelde y soñador: un instante en el rock nacional" en la undécima edición de la revista Círculo del Miedo, del 2 de Mayo del 2014.
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Celebrando el Area City
Siempre hay intentos de cosas. Historias comenzadas que no se terminan. Espacios a medio ocupar. Mi mejor amiga dice que nunca entendió por qué la gente celebró su boda, que ella encuentra mil veces más relevante el celebrar los aniversarios. La constancia: motivo de fiesta.
En San José tenemos bares que agrupan a las diferentes tribus que forman el tejido de nuestra capital, convertida en punto de tránsito entre trabajo y hogar. Más allá de espacios de convivencia, estos lugares son ejes, alrededor de ellos están girando, desarrollándose y desprendiéndose ideas.
Al rematar el siglo XX llegó nuestro país César Luna de Lima, Perú. Dicen que se dedicaba a la importación de telas y estaba acá jugándose la vida adulta después de graduarse en negocios y ser parte de la movida alternativa limeña. Al llegar a San José se topa con unos góticos punkis en la Plaza de la Cultura -una de las pandillas más huérfanas de la contracultura costarricense- y les conversa. Ellos hablaban un lenguaje que él entendía y ocupaba para sobrevivir.
Lo que no entendía era la falta de articulación de la escena. En ese momento el movimiento alternativo llevaba años errante y desprovisto de centro. Intentos pasados de anclarlo -como el Café de los Artistas, la primera Maga, el Ventanas de Kelso, el Cheers de la española- no llegaron a puerto seguro, perdiéndose en tempestades fiscales, legales y químicas.
César empezó organizando conciertos para Umbral -la germinal banda gótica costarricense- y promoviendo "fiestas alternativas" en distintos bares de la capital, como el Yos, Risas y Bahamas. Tuvo un nivel inesperado de éxito y cada mes unía a los elementos dispersos de la escena alternativa, new wave, gótica y punk. No fue el primero en hacerlo, ni lo hizo sólo, pero lo hizo con rigurosidad doctrinaria. Fuera de esa burbuja eran los tiempos del nu-metal, del ska maratónico, el trance y el roots.
César Luna en Lima, Perú. |
Con el tiempo César varió su estrategia y su carga de trabajo. Los fines de semana le prestaban una bodega en el Bar Bahamas para poner discos entre amigos y vender unas cervezas. Este espacio -que alguna vez fue el garaje de la casona- se convirtió en Area City cuando se decidió abrir las puertas al público general. Para eso llenó San José de afiches en junio del 2002, anunciando sesiones musicales dedicadas a The Cure, Radiohead, Placebo, Pixies, Blur, Suede, Pulp…
Paradas de buses y postes de luz empapelados con fotocopias blanco-y-negro con un logo futurista en una esquina. Con mercadeo de guerrilla nos llevaron al Área, llenos de curiosidad y algo de ilusión. Conocimos gente nueva, re-animamos viejas amistades y más importante: descubrimos música. Más allá de los himnos en su playlist -Send Me An Angel, Closer, Fade To Grey-, el lugar siempre nos dio sonidos frescos, con un ojo puesto en la vanguardia. César determinó desde el primer día el sonido que iba a tener este refugio de contra-cultura y disidencia y ha luchado contra viento y marea para establecer y proteger esta identidad. La música se encarga de seleccionar al público y los lazos florecen por sí solos.
Entonces Área creció. Dos expansiones ambiciosas lo pusieron en el mapa de la vida nocturna capitalina y le dieron la capacidad de ser próspero y sostenible. César creció con nuevas empresas sin descuidar su primer amor, siempre cultivando un staff dedicado y fiel. Nosotros crecimos, conseguimos mejores trabajos, enterramos gente amada (Juan, Rodri, Mikey) y empezamos nuevos proyectos.¿Lo más importante? la escena también creció.
En Área vimos desfilar piezas claves que luego serían protagonistas en nuestra pequeña movida urbana: los fundadores del Steinvorth, del Hoxton, DNCFLR, Jalamelule, la generación indie de Sí San José, la escena plancha del 13... los vimos soñando en Área en algún momento, haciendo planes, conectando mientras fumaban un cigarrillo en la acera, entendiendo la importancia del lugar, la importancia de tener un espacio para reunir a la gente rara y hacerlos familia, tratando de emular y mejorar la fórmula en otro lado.
Hay intentos y hay logros. Sostenido y curado con un oído agudo y discriminante por su fundador y sus colaboradores más cercanos, Area City es un monumento a la consistencia, a la constancia y a la lealtad. El lugar donde nuestra escena finalmente aprendió la lección definitiva para levantarse y auto-gestionarse e ingresar en el mundo adulto con pasos de animal grande.
lunes, 17 de marzo de 2014
La Pequeña Muerte de Niño Koi
Meses de no ver a Chris. Me lo topo en el Steinvorth durante la primera noche del FID. Saludo breve, ambos conversamos con gente distinta y no queremos separarnos de nuestro grupo. Al menos eso es lo que me digo a mí mismo. Miento. Tengo mucho más tiempo de no ver a Mau y hoy tampoco lo veré. A Fabro me lo topo a menudo en conciertos, el único que sigue presente en la escena, pero nunca mencionamos lo más importante: ¿Dónde putas está Niño Koi?
En el 2012 Niño Koi sacó el disco más esencial de ese año:
La Pequeña Muerte. Casi nada ha explicado o condensado tan bien el sentimiento
de claustrofobia y colapso que se sentía entre la juventud de Costa Rica cuando
el Gobierno de la Presidenta Laura Chinchilla apenas llevaba la mitad de su
período recorrido. Entre marchas, paros, protestas, corrupción desbordada, una
prensa hostil y una desilusión profunda en el sistema democrático, salió un
disco fulminante que le hablaba directamente a una juventud ansiosa y ambiciosa.
Comerse el mundo no suena tan atractivo cuando el mundo está repleto de gusanos
¿entonces qué hacemos?
Su semilla fue la banda colegial El Extraño Mundo de Alexis,
que conocí por MySpace, luego se consolidaron como Niño Koi cerca del 2009.
Eran Chris Robinson en el bajo, Mau Fonseca y Fede Salas en las guitarras,
Fabro Durán en la batería y Geo Morera en la laptop y ocasional guitarra. Eran
casi todos heredianos de ascendencia punki, de los primeros en caer en los
espacios experimentales de la música instrumental.
La banda reunía una cantidad significativa de seguidores
cuando salió La Pequeña Muerte. Las expectativas eran altísimas. Tenían dos EPs
-uno más relevante que el otro- y tenían dos de las piezas más discutidas de
la compilación Sí San José, foto de un momento creativo impecable de una escena ambiciosa del rock local. En su círculo parecían la primera banda lista para saltar a las grandes
ligas del Rock Nacional -en mayúsculas- y reclamar la corona de su generación.
¿Qué salió mal? ¿Fue la falta de conciertos? En algún
momento del 2012 Niño Koi se convirtió en una criatura de apariciones
esporádicas en los escenarios. Era casi imposible verlos. Con espectáculos cada
dos meses, si nos perdíamos uno podíamos pasar hasta la tercera parte del año
sin verlos en vivo... y es que a Niño Koi HABIA QUE VERLOS EN VIVO. Sin
importar lo bien que suenan sus discos, ver el juego de guitarras pasando en
tiempo real, la energía de Chris en el escenario (lo más parecido a un
front-man), sentir físicamente las sutilezas de los arreglos de
batería... todo eso es totalmente distinto a ser un escucha pasivo en casa. El
performance era envolvente y exigente. Estar en un concierto era lo más cercano a
entenderlos y esa posibilidad se reducía caprichosamente. Lo peor es que en
Costa Rica el público se alimenta de la música en
vivo. Estar en silencio es equivalente a volverse invisible.
De alguna forma el disco en vez de ayudarles a crear un
momentum irresistible que los sacara de su órbita, creó más como un
sentimiento de misión cumplida. Después de conciertos separadísimos entre sí durante varios meses -a
pesar de una demanda fiera y una audiencia creciente que cualquier otra banda
moriría por tener- al fin apareció el paso siguiente en el 2013: un video.
El video fue tan misterioso y maravilloso como el disco de
donde fue extraído el tema "El Último Rey de Talamanca", lo más
cercano a un single que podía encontrarse. Otra vez se tiraban las
redes y se apelaba a públicos nuevos fuera de su zona de confort. Los blogs
recordaban la relevancia y la importancia del trabajo de la banda. Tal vez este
paso anunciaba el crecimiento que todos esperaban, el extenderse
más allá de fronteras y lugares familiares... un concierto absolutamente
imposible de creer se llevó a cabo en el Steinvorth para el lanzamiento del
audiovisual, con los Koi incorporando elementos nuevos de jazz bebop dentro de
su repertorio usual.
Ambiciosos y certeros, mezcla nada común. Nuevamente Koi capturaba
el espíritu de la época, en este caso estaba canalizando la galvanización de su generación en planes y miradas hacia el más allá, de la furia de la
incertidumbre y la desesperanza hacia la construcción de posibilidades y mundos
nuevos. Era una premonición de la batalla electoral por venir, donde
la juventud y su búsqueda agresiva por mundos diferentes marcó sorpresa tras
sorpresa en el proceso democrático... pero las elecciones pasaron en silencio. Poco después de este glorioso momento, de este anuncio de decisión e
intención... Niño Koi desapareció.
Rumores circularon sobre sus integrantes. Sobre
diferencias en la dirección a seguir. Sobre distancias e insatisfacciones.
Cuando menos lo esperamos... nos topamos a Fede tocando bajo con Ave Negra,
decidido, resoluto, clarísimo. Ave Negra ahora sonaba como siempre supimos que
estaba destinado a sonar ¿pero a qué precio?
A partir de eso temimos lo peor.
Entre cervezas, mientras el 2013 moría entre campañas de
miedo y el corazón roto que fue el reporte del Estado de la Nación... Geo me
contestó mi pregunta: "¿Que dónde está Niño Koi? Cuando Niño Koi vuelva yo
como fan voy a estar muy feliz. Seré el primero en alegrarme. Seré el fan
número uno de ahora en adelante". Me sonrió con dulzura y no hice más preguntas. Entendí. Niño
Koi ahora es un trío y está escondido. Elusivo. Disperso. Geo no tenía idea de cuál
era el futuro de gente con quien ha compartido toda su vida.
Chris. Fabro. Mau. A Fabro lo conozco desde hace casi una década, desde sus años colegiales. Aun así no me atrevo a preguntarle. Me da miedo su respuesta. Me dio miedo preguntarle a Chris, aunque tuve ese chance único en medio de vidas donde cada vez parecemos coincidir menos y menos. Mau no tengo idea de donde estará.
Lo que sé es que mientras el país está en la recta final del
cambio, en el umbral de la decisión que podría significar un renacimiento o un
rescate de lo mejor de nuestra historia, Niño Koi no está para celebrar con
nosotros. Supongo que han estado meditando, incubando el paso siguiente,
re-acomodando los balances, aprendiendo a caminar de nuevo.
Sé que los espero, sean tres, cuatro o cinco. Sea con su
corazón roto o entero. Sea como pez o dragón. Sé que faltan muchas cosas por
decir. Sé que importan. Que pesan, que ven más allá de lo que vemos y que no
temen explicarnos cosas que no queremos ver.
Tal vez ahora, con el país esperanzado con el futuro, otra
vez sean poseídos por el zeitgeist y se dejen llevar por el inconsciente
colectivo. Tal vez la siguiente etapa de los Koi sea una cabeza de agua sónica
que nos deje en las costas de la Tercera República, sin miedo al
futuro y listos para abrazar el cambio.
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viernes, 7 de marzo de 2014
El Sonado Nacimiento, Prematura Muerte y Gloriosa Resurrección de Los Waldners
4 DE MARZO 2014. Rosario Bléfari, icónica música argentina comparte en su página de Facebook el disco de los Waldners, que en privado ha calificado como "re-bueno". Luis está llorando. Esto es un triunfo, no hay grises.
14 DE MAYO 2011. Lobo Estepario, epicentro del indie local
ese año. El esperado debut. Hace rato Jime quería montar las canciones de Luis
Carballo, que formaran una banda. Me presentó a Luis un año antes, un alma
sensible, con un poncho, cabello largo y desarmante dulzura. Eventualmente
pasa, el núcleo original es Jime en la guitarra, Luis como vocalista y Manu, su
entrañable amigo en común, en el bajo. Como complemento reclutan a Daniel
Ortuño en la segunda guitarra. Dani lleva años grabando bandas, incluyendo The
Great Wilderness, el grupo donde toca Jime. Daniel no ha vuelto a subirse a un
escenario como parte de algo desde la muerte de Señorita Maestra y Alta Costura
años antes. Acepta, este Luis parece alguien con ideas interesantes aunque
tenga una fijación poco saludable con los Smiths y use el inglés como forma de
expresión: Dresses, The Happening, Lovers in the Car... La batería se resuelve
con Andrea San Gil, compañera de banda de Jime, cuya imaginación percusiva se
acerca más a la poesía y menos a la carpintería.
6 DE ENERO 2014. "Ella Usaba Vestidos" es el
primer sencillo, más de año después de la primera grabación organizada por Dani
con Pablo Castro en las montañas de Alajuela. El largo período de gestación ha
sacudido hasta al más fiel de esta informal jauría y expuesto la fragilidad
colectiva. Veo como se aceptan y se esperan en medio de una frustración que ha
quebrado las espaldas de animales más grandes que este. Se empujan y se muerden
sin perder de vista los lazos que entretejen sus días, sobreviviendo la tensión
implacable de un año a la deriva.
23 DE SEPTIEMBRE 2011. Tal vez esto pasó. Daniel y yo
discutimos con Cristóbal sobre el video de "Me Gusta La Noche" de
Adrianigual y sobre el disco "Arde Santiago" en general, sobre
describir la ciudad propia, el poder de nuestra experiencia urbana y
encontrarnos a nosotros mismos en nuestro arte popular. Tal cual ebrio
predicador, como siempre, denuncio al arte aspiracional que sueña con otras
tierras. Cristóbal no está de acuerdo y sostiene la pureza de la creación
artística, sin compromiso alguno. Daniel menciona las estilizaciones de
"plancha" de Dënver como una recuperación de una estética latina
propia. Luis escucha todo atento y cita a Alex Anwandter, su nuevo artista
favorito. No dice más, solo escucha. De fondo en el bar suena "El Baile De
Los Que Sobran" de Los Prisioneros y mi cabeza se llena de aire y poco a
poco la noche se vuelve un collage.
6 DE AGOSTO 2011. Luis está tirado en el escenario en Latino Rock al finalizar el concierto, con las mejillas húmedas, los dedos destrozados y mi camiseta de TGW envolviendo su torso. Pablo y yo estamos con la quijada en el suelo por lo que acaba de pasar. La vida de Luis no está bien, hay una pieza que falta o tal vez una que sobra, y ahora nada calza. Esta es la última vez que Manu y Jime van a tocar en la banda. Esta es la última vez que los Waldners van a tocar esas canciones. Algunas cosas solo salen mal en grande. Poco después Andre se va de viaje, Jime y Manu se van de la banda y Daniel y yo quedamos a cargo de un Luis cuyo corazón parece más una constelación que un planeta. La banda está muerta y empiezan las lluvias.
17 DE SEPTIEMBRE 2011. Luis y yo en la Sabana de picnic.
Quiere a Tavo Quirós como bajista de la banda. No es por su impresionante
talento, es algo en su ENERGÍA. Dice que no hay campo para el odio en los
Waldners y Tavo es la persona perfecta. Conozco a Tavo desde el 2002, es un
fragmento suelto del amor universal que toca el alma de quienes nos cruzamos en
su paso, con una incondicionalidad escalofriante. Le doy la razón y nos
compramos un copo. Sugiero reemplazar a Andre, cuya destacada vida académica y
profesional requiere constante planificación alrededor de su disponibilidad.
Luis me mira con infinita compasión y procede a explicarme como yo no sé nada
de la vida. Una vez más tiene razón. Andre es indispensable, es obvio ¿cómo no
lo vi? De golpe entiendo que Luis no está re-armando la banda, está creando una
familia.
19 DE AGOSTO 2011. Luis, Daniel y yo sentados en la mesa de mi bisabuela en Sabana Sur, esperando el concierto de Monte y Robertas en el Lawrence Olivier unas horas después. Daniel tiene un plan, lo puedo ver en su cara, tiene siete años de ser mi persona favorita y conozco esa mirada. Algo no me está diciendo. Sin advertencia saca el tema y expone su tesis, establece los puntos y me cede la palabra. Tejemos un ballet verbal de principios e idealismos, de lenguas madres y biografías. Luis abre los ojos poco a poco. Hay amor después del amor. Dejamos las latas vacías y salimos a la calle. En el concierto suena Ulises y las fichas terminan de acomodarse en la cabeza de Luis. Para el final de la noche Luis desecha todo el repertorio de la banda y empieza a escribir en español.
14 DE FEBRERO 2014. El lanzamiento del disco es en San Valentín en Area City, legendario semillero de la escena under capitalina. El dueño del lugar, César, es fan declarado de la banda y la recomienda constantemente. Es terriblemente halagador. El disco tardó un año grabándose y meses mezclándose. El lugar está a reventar y se venden todos los pines, camisetas y calcomanías que trajo la banda, coordinado impecablemente por Andre. Gente desconocida se sabe las canciones. Blogs de Argentina y España dicen cosas súper bonitas e imposibles. En la banda abundan las risas nerviosas y la incredulidad.
17 DE DICIEMBRE 2011. Estrenan un nuevo repertorio en su
primera tarde como cuarteto. Ante la salida de los otros, Dani y Andre han
dejado sus roles pasivos y la entrada de Tavo cambió el marco de referencia. Es
otra banda. Luis lleva tres meses escupiendo canciones una tras otra. Yo culpo
a Rosario Bléfari, porque si entrecerrás los ojos podés distinguir la mano de
Porvenir de Suárez. A veces se ocupa que alguien de afuera, muy afuera, llegue
y te señale el camino hacia vos mismo, hacia las cosas que te anclan y te florecen. Yo culpo a los Waldners, su voz
clara señalándome el camino, declarando que no importa perder, que ese puede
ser mi segundo hogar... que está bien que esté enfadado y que no sea valiente.
Hay una fuerza impresionante en la vulnerabilidad. Los siguientes años de mi
vida los llenan de amor, pertenencia y aceptación. Vamos a tener aventuras,
comer tonteras, recoger otros pasajeros en el camino y conversar en aceras en
la madrugada. Si entrecerrás los ojos nos parecemos un poco, como una familia
hecha de perros callejeros de diferentes razas, jugando y hurgando en las
bolsas de basura ajenos a todo mientras pasan los carros.
f.
f.
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