Meses de no ver a Chris. Me lo topo en el Steinvorth durante la primera noche del FID. Saludo breve, ambos conversamos con gente distinta y no queremos separarnos de nuestro grupo. Al menos eso es lo que me digo a mí mismo. Miento. Tengo mucho más tiempo de no ver a Mau y hoy tampoco lo veré. A Fabro me lo topo a menudo en conciertos, el único que sigue presente en la escena, pero nunca mencionamos lo más importante: ¿Dónde putas está Niño Koi?
En el 2012 Niño Koi sacó el disco más esencial de ese año:
La Pequeña Muerte. Casi nada ha explicado o condensado tan bien el sentimiento
de claustrofobia y colapso que se sentía entre la juventud de Costa Rica cuando
el Gobierno de la Presidenta Laura Chinchilla apenas llevaba la mitad de su
período recorrido. Entre marchas, paros, protestas, corrupción desbordada, una
prensa hostil y una desilusión profunda en el sistema democrático, salió un
disco fulminante que le hablaba directamente a una juventud ansiosa y ambiciosa.
Comerse el mundo no suena tan atractivo cuando el mundo está repleto de gusanos
¿entonces qué hacemos?
Su semilla fue la banda colegial El Extraño Mundo de Alexis,
que conocí por MySpace, luego se consolidaron como Niño Koi cerca del 2009.
Eran Chris Robinson en el bajo, Mau Fonseca y Fede Salas en las guitarras,
Fabro Durán en la batería y Geo Morera en la laptop y ocasional guitarra. Eran
casi todos heredianos de ascendencia punki, de los primeros en caer en los
espacios experimentales de la música instrumental.
La banda reunía una cantidad significativa de seguidores
cuando salió La Pequeña Muerte. Las expectativas eran altísimas. Tenían dos EPs
-uno más relevante que el otro- y tenían dos de las piezas más discutidas de
la compilación Sí San José, foto de un momento creativo impecable de una escena ambiciosa del rock local. En su círculo parecían la primera banda lista para saltar a las grandes
ligas del Rock Nacional -en mayúsculas- y reclamar la corona de su generación.
¿Qué salió mal? ¿Fue la falta de conciertos? En algún
momento del 2012 Niño Koi se convirtió en una criatura de apariciones
esporádicas en los escenarios. Era casi imposible verlos. Con espectáculos cada
dos meses, si nos perdíamos uno podíamos pasar hasta la tercera parte del año
sin verlos en vivo... y es que a Niño Koi HABIA QUE VERLOS EN VIVO. Sin
importar lo bien que suenan sus discos, ver el juego de guitarras pasando en
tiempo real, la energía de Chris en el escenario (lo más parecido a un
front-man), sentir físicamente las sutilezas de los arreglos de
batería... todo eso es totalmente distinto a ser un escucha pasivo en casa. El
performance era envolvente y exigente. Estar en un concierto era lo más cercano a
entenderlos y esa posibilidad se reducía caprichosamente. Lo peor es que en
Costa Rica el público se alimenta de la música en
vivo. Estar en silencio es equivalente a volverse invisible.
De alguna forma el disco en vez de ayudarles a crear un
momentum irresistible que los sacara de su órbita, creó más como un
sentimiento de misión cumplida. Después de conciertos separadísimos entre sí durante varios meses -a
pesar de una demanda fiera y una audiencia creciente que cualquier otra banda
moriría por tener- al fin apareció el paso siguiente en el 2013: un video.
El video fue tan misterioso y maravilloso como el disco de
donde fue extraído el tema "El Último Rey de Talamanca", lo más
cercano a un single que podía encontrarse. Otra vez se tiraban las
redes y se apelaba a públicos nuevos fuera de su zona de confort. Los blogs
recordaban la relevancia y la importancia del trabajo de la banda. Tal vez este
paso anunciaba el crecimiento que todos esperaban, el extenderse
más allá de fronteras y lugares familiares... un concierto absolutamente
imposible de creer se llevó a cabo en el Steinvorth para el lanzamiento del
audiovisual, con los Koi incorporando elementos nuevos de jazz bebop dentro de
su repertorio usual.
Ambiciosos y certeros, mezcla nada común. Nuevamente Koi capturaba
el espíritu de la época, en este caso estaba canalizando la galvanización de su generación en planes y miradas hacia el más allá, de la furia de la
incertidumbre y la desesperanza hacia la construcción de posibilidades y mundos
nuevos. Era una premonición de la batalla electoral por venir, donde
la juventud y su búsqueda agresiva por mundos diferentes marcó sorpresa tras
sorpresa en el proceso democrático... pero las elecciones pasaron en silencio. Poco después de este glorioso momento, de este anuncio de decisión e
intención... Niño Koi desapareció.
Rumores circularon sobre sus integrantes. Sobre
diferencias en la dirección a seguir. Sobre distancias e insatisfacciones.
Cuando menos lo esperamos... nos topamos a Fede tocando bajo con Ave Negra,
decidido, resoluto, clarísimo. Ave Negra ahora sonaba como siempre supimos que
estaba destinado a sonar ¿pero a qué precio?
A partir de eso temimos lo peor.
Entre cervezas, mientras el 2013 moría entre campañas de
miedo y el corazón roto que fue el reporte del Estado de la Nación... Geo me
contestó mi pregunta: "¿Que dónde está Niño Koi? Cuando Niño Koi vuelva yo
como fan voy a estar muy feliz. Seré el primero en alegrarme. Seré el fan
número uno de ahora en adelante". Me sonrió con dulzura y no hice más preguntas. Entendí. Niño
Koi ahora es un trío y está escondido. Elusivo. Disperso. Geo no tenía idea de cuál
era el futuro de gente con quien ha compartido toda su vida.
Chris. Fabro. Mau. A Fabro lo conozco desde hace casi una década, desde sus años colegiales. Aun así no me atrevo a preguntarle. Me da miedo su respuesta. Me dio miedo preguntarle a Chris, aunque tuve ese chance único en medio de vidas donde cada vez parecemos coincidir menos y menos. Mau no tengo idea de donde estará.
Lo que sé es que mientras el país está en la recta final del
cambio, en el umbral de la decisión que podría significar un renacimiento o un
rescate de lo mejor de nuestra historia, Niño Koi no está para celebrar con
nosotros. Supongo que han estado meditando, incubando el paso siguiente,
re-acomodando los balances, aprendiendo a caminar de nuevo.
Sé que los espero, sean tres, cuatro o cinco. Sea con su
corazón roto o entero. Sea como pez o dragón. Sé que faltan muchas cosas por
decir. Sé que importan. Que pesan, que ven más allá de lo que vemos y que no
temen explicarnos cosas que no queremos ver.
Tal vez ahora, con el país esperanzado con el futuro, otra
vez sean poseídos por el zeitgeist y se dejen llevar por el inconsciente
colectivo. Tal vez la siguiente etapa de los Koi sea una cabeza de agua sónica
que nos deje en las costas de la Tercera República, sin miedo al
futuro y listos para abrazar el cambio.
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